domingo, 23 de marzo de 2008

La confusión …


La confusión condiciona la actividad,
la que condiciona la consciencia,
la que condiciona la personalidad encarnada,
la que condiciona la experiencia sensorial,
la que condiciona el impacto,
el que condiciona el estado de ánimo,
el que condiciona el anhelo,
el que condiciona el aferrarse,
el que condiciona el llegar a ser,
el que condiciona el nacimiento,
el que condiciona
el envejecer y la muerte.
El Buda


Estoy confundido. Estoy confundido por la irracionalidad absoluta, ambigüedad y abundancia de las cosas que se hacen realidad. Estoy confundido por haber nacido en un mundo del que la muerte me va a arrebatar. Estoy confundido sobre quién soy y por qué. Estoy confundido por el laberinto de opciones que enfrento. No sé que hacer. La confusión no es un estado de oscuridad en el que no puedo ver nada. Es más como ceguera parcial que como falta de visión total. Al no ver bien, malinterpreto las cosas: como entrar a un tinglado de alfarería y descubrir una serpiente en una esquina. Mi corazón se acelera y estoy congelado de miedo. Sólo cuando mis ojos se habitúan a la oscuridad me doy cuenta que es sólo un rollo de manguera.
¿Podrá una confusión similar colorear mi experiencia vital como un todo: una confusión que no sólo me ciega sobre lo que pasa sino que, al mismo tiempo, construye angustiosamente un mundo ficticio que parece muy real? Tengo la extraña sensación de habitar una realidad en la que no encajo. Sospecho que me la paso enredándome con las cosas, no porque no logro verlas, sino porque me imagino estar configurado como otra persona. Me imagino como una estaca redonda tratando de entrar en un agujero redondo, sin darme cuenta de que he llegado a ser una estaca cuadrada.